Por estas horas, el debate sobre si Diego Maradona debe seguir al frente de la Selección Argentina o no, se torna cada vez más fuerte. Desde todos los costados se alzan voces con los más válidos argumentos tanto a favor de su continuidad, como en contra de ella. Hay algo que está muy claro, y es que la dura derrota sufrida ante Alemania dejó al desnudo las necesidades urgentes que acosan al futbol argentino y que ponen al ídolo al borde del abismo. Veinticuatro años sin ganar un Mundial, y veinte sin llegar a una final, conforman la prueba más cruel y real de que hace tiempo que las cosas no funcionan como deberían, y por ese motivo la reacción tanto de la gente, la prensa, futbolistas y dirigentes (salvo ciertas exageraciones y la "demonización" caricaturesca del por ahora DT esbozada por algunos colegas) es aceptable y hasta comprensible.
También es muy cierto que desde que Maradona decidió calzarse el buzo de técnico, nada menos que del equipo representativo de nuestro país, sabía que que debería afrontar sólidas críticas por su escaso currículum como DT, asi como tal vez seguiría contando con el apoyo de muchos otros por lo que fue, es y será. Inició su "proceso", desde aquel debut victorioso ante Escocia, sucumbiendo por las "humillantes" derrotas ante Bolivia en la altura y Brasil en Rosario, y reviviendo con la agónica clasificación ante Perú y Uruguay en las últimas dos fechas de las Eliminatorias. Vino la Copa Mundial, y el resto es historia conocida.
¿Maradona, en caso de seguir, debe hacerlo sólo por su historia? Está claro que no. Así como ha dejado al descubierto muchos errores (algunos horrores) también ha logrado puntos altos en ciertos aspectos que, desde este humilde espacio, confirman que la posibilidad de brindarle continuidad hasta la Copa América de 2011 (al menos) tiene que seguir latente.
Apuntando a los objetivos específicos, logró clasificar el equipo a la Copa (esquivando el tan temido repechaje) y, más por nombres y niveles individuales que por funcionamiento colectivo, devolvió la ilusión a tiempo a un país que ya se veía preocupado por el papel que cumpliría la Selección en la gran cita Mundial. Llegó a Pretoria como candidata, a la altura de equipos como Brasil, cuyo entrenador venía trabajando desde hace cuatro años, España, cuya base del equipo viene jugando desde hace varias temporadas, e Italia o Alemania, eternos competidores por el título. Al hablar del entusiasmo por los nombres, quedó al descubierto que Diego tenía una idea, y la quería plasmar. De acuerdo a lo que llevó (mal o bien) se estuvo de acuerdo en que el mayor potencial se encontraba en los atacantes, y de ahi que el técnico decidiera jugar con tres delanteros, en principio en los partidos del grupo. Llegó México, ya con un Messi que inspiraba sensaciones, con puntos altos como Romero, Heinze, Mascherano, Higuaín, Samuel, Burdisso, Maxi, y, confirmando lo suyo ante el conjunto azteca, Carlitos y Pastore, por poner dos ejemplos. La idea seguia en pie, venía bien.
Llegó el "chamuyo" alemán. Ese chamuyo que había vaticinado Diego se convirtió rápidamente en nuestra (y en su) peor pesadilla. Un gol a los dos minutos, tres más en la parte final, para dar fin a un sueño que hasta el momento estaba intacto. "Perdimos jugando el fútbol que le gusta a los argentinos" dijo el Diez tras la derrota (otra vez humillante). Dolió la manera, el cómo, la forma, aunque aún sigamos buscando explicaciones concretas de porqué semejante martirio. Nos metieron cuatro, Diego, por eso la impotencia y la bronca a flor de piel. Jugaste al todo o nada, algo muy arriesgado cuando se trata de una instancia tan límite y determinante como la que te jugabas. Que con otro esquema esto no pasaba, con Verón de doble cinco, Di María, Otamendi y Demichelis en el banco, se resolvía, que se tardó en los cambios, otra vez el Messías volvió a ser el Messi catalán. Pecó de ingenuo, por ignorancia tal vez, por no querer escuchar o por convicción propia, y ese tipo de cosas en el fútbol de hoy se pagan muy caras.
Pese a todo, podemos dar fe de que Messi, al menos durante los primeros cuatro partidos, y sin gol, lo vimos cerca de ser el Messías, el del Barsa, mientras gozábamos al ver a Diego quemandole las orejas tras cada partido, a puro consejo, palabra, aliento. Vimos una idea, la disfrutamos, pasamos la primera ronda ya como candidatos absolutos, y hasta muchos se atrevieron a hablar de un Maradona evolucionando en pleno Mundial. Como dije antes, los errores se pagan muy caro, y todo lo bueno que pudo haber hecho hasta el momento, se desmoronó apenas un tal Schweinsteiger se hizo dueño del partido.
Aciertos, errores, fracasos, victoria. De ser el entrenador que mostraba mejorías con el correr de los días, a ser el menos indicado para continuar al frente de la Selección. Ya no hay fórmulas en el fútbol, cada vez hay más sucesos inesperados, pero también es cierto que con una visión más clara, con una idea realmente formada, con circunstancias a favor, y minimizando aquello que puede salir mal, más cerca se puede encontrar el triunfo, y más lejos la derrota. "Este es el camino" expresó Diego y muchos malinterpretaron (una vez más) lo que quiso decir. No habló de algo terminado, de algo que llegó a su fin, sino que apuntó a un recorrido, largo tal vez, que debe seguir aquel que agarre el mando del equipo. Hizo referencia a que este es el camino a seguir si queremos ver al Messías, si queremos tener una identidad de juego propia, o si queremos ir a buscar la revancha en el 2014.
Por eso, desde este humilde rincón, sostengo que el proyecto de Diego no ha terminado. Hace 10 años, 5 tal vez, no hubiera apoyado con tanto fervor por su continuidad, pero observo indicios de madurez, signos de evolución, que sumados a la experiencia y al conocimiento adquirido, desde aquí dan ganas de comprobar una vez más las aptitudes de Diego como DT. Sudafrica era el tiempo y el lugar, pero también es cierto que en un año se disputa un torneo que Argentina no gana desde hace 17 años, y tal vez él pueda tener esa visión más clara, un esquema más definido, y demostrar si ha crecido o no, y si este palabrerío es en vano.
Confío en las aptitudes de Maradona DT, si no no podría haber escrito estas líneas. Dejando de lado mi costado maradoniano, pude observar señales de progreso, más allá de el golpe final. Por supuesto, todo dependerá de su ánimo, sus ganas, su voluntad. Es más que obvio que si continúa deberá reflexionar sobre muchas cosas, comprender que hizo bien y que hizo mal, y eso no sería más que una parte mínima en su constante evolución como entrenador. Tiene que demostrar además que no es el simple motivador que le quieren inculcar, y deberá demostrar también que además de fútbol, sabe de táctica, de estrategia, de esa razón que se necesita implementar en el fútbol de hoy. Ya no juega y tiene que entender. El fútbol, si algo sabe, es de revanchas. Aún debe convencerse a él mismo. En caso de hacerlo posbible, logrará, tal vez, que la Selección sea su tiempo y su lugar.
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